30 de diciembre de 2010

Ciudadanos sofianetz. Días 45-49


 Días 45-49:
¡Feliz cumpleaños!
La semana comienza con el cumpleaños de Monroy (4 Octubre), y qué mejor lugar para celebrarlo que nuestro respetado Dibaka… Nos metemos una buena comilona, pero la fiesta tendrá que esperar al fin de semana.
Ojito con los agujeros...
El miércoles tuve la ocasión de acompañar a Iva al pueblo de su abuela: Godech. El lugar no es nada especial, aunque le da un cierto encanto el hecho de que para llegar a él haya que atravesar montañas y páramos desolados (sí, está un pelín aislado…). Allí recogemos muchas cosas útiles para nuestro piso en Sofía, alguna mesa, sillas,  mantas, etc. Visitamos a los padres de Itzo, amigo de la infancia de Iva, y charlamos varias horas con ellos, especialmente con la madre, que viene de haber estado 9 meses en la India… Nos cuenta su interesante experiencia. El padre regenta un restaurante a 10 km de allí, en el cual nos invita a cenar muy generosamente. Una muestra más de hospitalidad por parte de la gente búlgara, y ya van varias. 


Iñaki y Pacas, en la Iglesia Rusa de Sofía
Al día siguiente, jueves, recogemos en el aeropuerto a Iñaki, que viene de visita unos días. Obviamente esto supone realizar el tour gastronómico básico por la ciudad, para que lo conozca debidamente. El viernes hace algo de turismo mientras nosotros estamos en clase. Por la tarde le acompañamos en otro largo paseo por el centro de la ciudad, donde flipa con el contraste entre "edificios monumentales-aceras destrozadas".
Por la noche, tanto Pacas como Monroy tienen ganas de jarana. Yo estoy planteándome seriamente hacer la intentona definitiva al Musala, ya que el tiempo cada vez es más frío y las montañas van acumulando más y más nieve… cada semana que pase será más difícil subirlo. Las previsiones, desgraciadamente, no son demasiado buenas (-14 grados en la cima a mediodía). Además hay que iniciar la ruta desde abajo del todo (Borovets), porque como ya vimos la semana pasada, el telesilla está cerrado. Pacas me asegura (con la honestidad que le caracteriza) que él no lo va a intentar, porque esta noche piensa devastar y mañana madruga Rita. Con todas estas circunstancias, es normal que dudase largo rato si intentarlo o no. Mientras yo me lo pensaba, estos elementos degustaban a elevado ritmo una botella  de 1 l. de Rakia que les había traído nuestro amigo búlgaro Lubo. A Lubo lo conocimos en la facultad de idiomas, donde estudia español. Se le entiende bastante bien, aunque tiene un marcado acento cubano que no logramos comprender de dónde proviene.


Con el gran Lubo, durante nuestra conversación
Finalmente, cuando ya van a salir de casa (a eso de las 00.30 h.), tomo una determinación: mañana voy al Musala a intentarlo. En ese momento, el apuesto y embrutecido Luboslav se viene arriba: -“Amigo, yo te acompaño”. Me quedo estupefacto, pues hasta ese momento no imaginé que pudiera tener el más mínimo interés por semejante actividad, además de que se había pimplado media botella de Rakia delante mío. -“Lubo, que no hombre, no te preocupes, que me da igual ir solo..” –“Que no, que no, que soy búlgaro, fuerte. Yo te acompaño”  –“Pero Lubo… si vais a salir ahora de fiesta y llegarás a casa a las tantas… ¿cómo piensas levantarte mañana para estar andando todo el día??”  –“Yo llego casa a las 7, duermo una hora y me recoges. Luego, duermo un poco más en coche, y listo. Soy búlgaro!!!”, me dice al tiempo que hace un inequívoco alarde de virilidad agarrándose sus partes. Nos miramos unos a otros, desconcertados. Realmente está hablando en serio, por muy borracho que esté. –“¿Tienes ropa para el frío y la nieve??” –“Soy búlgaro!!! Aquí Sofía, 20 bajo cero año pasado!! No frío para mí!!”. Todo esto con la botella de Rakia en la mano, casi finiquitada, y Pacas y Monroy descojonándose de la risa alrededor nuestro. Bueno… pocas rutas de montaña recuerdo tan cargadas de incertidumbre y tan desconcertantes como esta, pero el caso es que quedé con él en recogerle a las 8.30 de la mañana siguiente. Me fui a la cama preguntándome en qué clase de líos nos podíamos meter. La buena noticia fue que el tiempo ahora era la menor de mis preocupaciones…


Ozzy - Miracle Man

16 de diciembre de 2010

Ciudadanos sofianetz. Días 38-44

Días 38-44:

En el modesto comedor de la Univ. de Sofía
Comer en Sofía, y por extensión en Bulgaria, es una experiencia realmente placentera. Para comenzar, la comida de aquí “ta güena”. Además, la calidad de las materias primas, presentación, etc..., la cuidan realmente, mucho más que la media en España. Pero probablemente el punto diferenciador con respecto a nuestra tierra patria es el precio. No es que sea la mitad, es que es bastante menos… Comer en un restaurante “pijo” del centro (centro) de la capital, a la carta y sin privarse de nada, por 6 ó 7 € máximo… no tiene parangón. Una pizza grande en Santander, no baja de los 12 €, si nos vamos a cualquier sitio tipo Britannia, El Solecito... En Sofía, en una de las mejores pizzerías, alrededor de 4,5 € la más bestia. Un kebap alrededor de 1,5 €, por 4,5 € en España. Y así…

Foto para mamá
No obstante, y aunque los precios sean bajísimos para lo que estamos nosotros acostumbrados, hemos ido buscando lugares cada vez más y más económicos (manteniendo una calidad mínima…) hasta que finalmente dimos con algo difícilmente superable por estos lares: La Facultad de Arquitectura de una Universidad, llamémosla “X”. Sí, con dos cojones. Dos platos, postre y pan por 1,5 €. No es extraño, por tanto, que este bello edificio del que sólo conocemos el comedor, se haya convertido en nuestro nuevo lugar de peregrinación. Una auténtica desgracia para nuestra progresión como cocineros, ahora fuertemente estancada.

Buscando el edificio anterior (debemos su hallazgo a nuestra amiga Melina), entramos por error en el edificio principal de “nuestra” Universidad (U. de Sofía). Desde luego que el fallo no fue en vano, porque pasear por las dependencias de ese gigantesco edificio monumental de más de 100 años de historia, no tiene desperdicio alguno. Grandes salones, cuadros, escalinatas de mármol…, parece un palacio. Por fuera tampoco se queda atrás, de hecho es uno de los lugares más destacados de toda Sofía.

En el patio exterior del Museo Militar

Otro descubrimiento fue el Museo Militar (calle Cherkovna), al que no pudimos entrar por estar cerrado Lunes y Martes. De todas formas nos la gozamos con los "trastos" que hay expuestos en el patio exterior: cazas, tanques soviéticos, artillería nazi, camiones-radar, anfibios... Todo ello de la I y II Guerra Mundial, y de la Guerra Fría. !!Esto hay que visitarlo en condiciones!!. Volveremos.

Expedición frustrada al Musala con Pacas. Se veía tan cerca...
El viernes, después de las clases, Pacas y yo tenemos preparado el asalto a las montañas de Rila, concretamente a su cota más alta (y de todos los Balcanes): el Musala. La idea es subir hasta el refugio que hay junto a su base, y el sábado por la mañana llegar a la cumbre en lo que parece un fácil trecho. Pero nada de eso pudo ser… menuda decepción al llegar a Borovets y enterarnos de que el telesilla está cerrado por mantenimiento hasta la temporada invernal… desde hace 5 días… La opción B, que sería subir andando desde ahí mismo hasta el refugio a través de un enorme bosque (1.300 metros de desnivel hasta el refugio) nos resulta inviable por no tener tiempo suficiente de llegar antes de que anochezca, no conocer el camino, no mapa… Inviable. Aprovechamos lo que queda de tarde dando un paseo con el coche por aquellos preciosos parajes circundantes al bloque montañoso que supone Rila. Lo del Musala queda pospuesto… aunque habrá que subir desde abajo del todo andando… nada de telesillas ni mariconadas de estas.
Rastreando por Vitosha
El sábado volvimos a subir al Monte Vitosha para dar un paseo por allí con Iva y Daniela. Quisimos impresionarlas llevándolas a un refugio donde daban muy buen comida y Motorhead sonaba en los altavoces (lo constatamos hacía unos días). Pero el tiro nos salió por la culata, la maldita montaña tiene una orografía complicada y nosotros somos un poco cortos, así que nos perdimos y estuvimos dando vueltas un par de horas entre el barro y la maleza. Finalmente (ya casi media tarde) nos resignamos a comer en un refugio masificado, y de cuestionable calidad. Luego, de vuelta en la ciudad, unos pasteles de los que se comen por esta zona del mundo: ¡¡Baklava!!. Delicioso…



En el Rock'n'Rolla
Por la noche aún tuvimos tiempo de estar de vuelta en Sofía para “devastar” en el Rock'n'rolla, un club de música rock-metal muy cuco. Ni que decir tiene que a mí me encantó, sonando cosas como Metallica, Rammstein, RATM, Pantera… Buen ambiente y cervezas de medio litro a 1,5 € (los cubatas ya son otra cosa, precio similar al español). Allí estuvimos con gente búlgara (Milena, Razim…), y griega. Tienen una sala independiente donde hay un karaoke con todo tipo de canciones. Monroy se lanzó con “La Bamba”, un clásico de lengua castellana para dar un poco de color al asunto. Cumplió en la difícil misión de ganarse a un público tan opuesto estilísticamente, se oyeron incluso aplausos ante tamaña demostración de hispanidad.

Cerramos la semana, aparte de con algo de resaca, con una visita al Museo de la Naturaleza. (Se encuentra junto a la Iglesia Rusa, en Tsar Voboditel Blvd). Muchos animales disecados, muchísimos. Desde osos hasta cóndores, pasando por bisontes ó lagartijas de cuello ancho. Pero desde que quitaron la exposición de serpientes vivas (allá por el 2008 dí crédito de ello), ya no mola tanto. La entrada, alrededor de 1 €. Por la noche, al garito de confianza “Sports1” a ver religiosamente el partido del Real Mandril, con unas Zagorkas bien tiradas.

 

Me ha dado con The Sword.... Fire Lances of the Ancient Hyperzephyrians!!!! (el trozo a partir del 2.27 me motiva... mucho)
 

5 de diciembre de 2010

Ciudadanos sofianetz. Días 33-37

Días 33-37:

En el NDK
El 22 de Septiembre es fiesta, así que está todo el mundo en la calle disfrutando del sol que calienta la ciudad. En la plaza de Bulgaria, donde se encuentra el NDK (Palacio de la Cultura, monstruoso edificio con apariencia de gigantesco OVNI) hay montado un gran tinglado de música y concursos, lleno de niños y chavales haciendo “skate”. En su interior, hay grandes mercados temáticos de artesanías, cuero, flores, etc. La cercana calle Vitosha (semipeatonal) es uno de los lugares con más vida de la ciudad, y hoy está a reventar de gente paseando. Desde luego, es uno de los días más apacibles y relajados que recuerdo en Sofía.



NDK, Palacio de la Cultura de Sofía

Plaza de Bulgaria. Detrás nuestro está el NDK
Al día siguiente comienza nuestra aventura en la Universidad de Sofía estudiando inglés en la facultad de idiomas. 5 horas seguidas de clase parece algo duro de asimilar, pero finalmente resulta ser mucho más ameno y dinámico de lo esperado. La profesora que nos ha tocado (Katie) es una auténtica “crack” y realmente sabe cómo enseñar y mantener la atención y motivación en los alumnos. Dios… con la cantidad de patanes que me he encontrado a lo largo de mi vida, toparse de repente con una profesora así es como entrar en un universo diferente. En clase somos 9 (nivel intermediate), y como nosotros no podríamos entender las explicaciones en búlgaro hacia el resto de alumnos, TODO es en inglés, lo que por supuesto supone un puntazo. Ni que decir tiene que también es la única forma de relacionarse con el resto, así que no paramos ni en los descansos. Hemos tenido suerte, visto lo visto. Después, previo paso por el Ugo a degustar un pequeño premio, vamos a un centro comercial a comprar una pieza que faltaba a la PlayStation2 que tienen Pacas y Monroy en su piso, y que ya podemos proceder a desgastar, devastar y desintegrar.

Angel Heart
El viernes, segundo día de clase y visita (para que lo conozcan estos individuos) al barrio de coches de Gorublyane, del que ya hablé largo y tendido en los inicios de este blog. Por la noche fuimos a un local bastante heavy llamado Angel Heart, donde nos encontramos con un concierto de Booze Brothers, un grupo búlgaro que parece ser bastante conocido. Rockeros, bastante ligeritos y convencionales, pero sobrados para dar marchilla a los allí presentes.

Pacas marcando territorio en Sofía
Hemos conocido a Melina, una chica española con la que quedamos al día siguiente para subir al monte que domina la ciudad, el Vitosha (no confundir con la calle del mismo nombre). Subimos en coche hasta una gigantesca torre de telecomunicaciones (Kopitoto) y comenzamos a andar desde allí, sin rumbo claro. Vamos dejando atrás varios refugios donde la gente sube a pasar la tarde tomando algo, hasta que finalmente, y tras 2 horas de marcha entre bosques, llegamos al punto más alto de este lado del monte (Ostrec, a 1.800 m). El día está nublado, pero así todo las vistas sobre Sofía son interesantes. Ya por la noche, nos quedaron fuerzas para ir al famoso club Alcohol (música techno-house esa noche, está en la calle Sava Rakovski). Curiosamente, lo recordaba perfectamente de mi visita hace dos años, y sigue igual. Un sitio genial para desfasarse, en el cual te incitan constantemente a ello, ya sea con un volumen de música que sobrepasa con creces lo saludable, chicas ligeritas de ropa bailando encima de la barra, chupitos por aquí y por allá… La semana la cerré visitando con Daniela su universidad (New Bulgarian University), alejada del centro pero con modernas instalaciones. Es decir, exactamente lo contrario que la Universidad de Sofía.

3 de diciembre de 2010

Ciudadanos sofianetz. Día 32

Día 32:

¡¡Matriculados!!
Hoy es 21 de Septiembre de 2010. Tenemos por delante dos días libres antes de comenzar a estudiar inglés en la Universidad de Sofía (en cirílico conocida como Климент Охридскиa, o lo que es lo mismo, St.Kliment Ohridski). Lo primero que hemos hecho ha sido ir a la Universidad a pagar el curso de inglés. Son 3 meses con 5 horas de clase de Lunes a Viernes, 450 €. Para que los dos recién llegados se instalen lo mejor posible y rápidamente estén adaptados al nuevo entorno, lo primero es acompañar a Fran (de ahora en adelante Pacas) y Pablo (de ahora en adelante Monroy) a realizar algunos trámites importantes tales como comprarse una tarjeta para poder usar el teléfono móvil en Bulgaria (compañía VIVACOM, llamadas alrededor de 7 ct/m., sin establecimiento de llamada), e instalarse en su nuevo piso. Allí hemos quedado con la casera, una señora jodidamente loca que no habla ni un ápice de inglés, español, o cualquier otra cosa que no sea búlgaro. Aunque resulta evidente que no la entendemos, ella no para de hablar y hablar… Contamos con la inestimable ayuda de Iva traduciendo a la hora de firmar el contrato y demás, sino esto era inviable. El precio del piso, al igual que el mío, rondando los 250 € mensuales (125 por persona). Estamos unos de otros a 3-4 minutos andando, y a 10 de cualquier lugar céntrico. Su piso está justo encima del “mercado de las mujeres” de Sofía, famoso por ser el más barato para comprar frutas, hortalizas, queso… Por el contrario, nuestro barrio durante la noche no es un lugar demasiado amigable, aunque eso ocurre en casi todo Sofía.

Vistas desde la ventana del piso de Pacas y Monroy, hacia el Monte Vitosha

En el Bizarro, celebrando el cumple
Una vez todos acomodados, es el momento de pasar a la acción: ¡hoy es el cumpleaños de Pacas! Por si fuera poco, mañana es día festivo en Bulgaria. Comenzamos la noche viendo el partido del Madrid en el Sports1, un local que a base de perseverancia y buenas cervezas, pasara a ser “GARITO DE CONFIANZA” de la expedición cántabra. Más tarde descubrimos el Bizarro, un club con muy buen ambiente en el que se escucha música de los 80 y los 90. La noche dio mucho de sí, y las chicas búlgaras nos demostraron una mente abierta y una capacidad de socialización a las que no estamos acostumbrados en Santander – Torrelavega. Buena cuenta de ello dió Monroy, quién consiguió alunizar con éxito en estas primeras horas en territorio comanche. Poco después, una chica rubia llamada algo así como “Güorra” (no es coña el nombre, va en serio, muy en serio) se nos presentó y se interesó por saber de dónde eramos, qué hacíamos allí, etc. Luego nos llevó con sus amigas, que, por decirlo de alguna manera, tenían algo menos de gracia divina en sus atributos femeninos (y nombres más mundanos, también). Lo que allí ocurrió fue realmente gracioso, aunque no apropiado para detallarlo en este blog. Pacas acertó a resumirlo de la siguiente manera: "Yo tengo un código interno que me impide liarme con tías que me puedan pegar". En la próxima entrada creo que hablaré sobre cómo veo los locales nocturnos aquí, en Sofía.

Hoy cierro con Kylesa, y este vídeo que alguien ha hecho de su tema "Tired Climb" (desgraciadamente  no se lleva mucho en los clubes búlgaros):

30 de noviembre de 2010

Serbia (Belgrado) y reencuentro en Sofía. Día 31

Día 31:

Partizan Playground
Me levanto alrededor de las 9.30 y voy corriendo a comprobar que el coche sigue en su lugar y sin “papelito”. Ok, ha habido suerte, pero llevaba un par de horas en situación irregular. Una multa hubiese detonado por los aires todo el presupuesto del viaje, que a estas alturas anda muy delicado. Nos despedimos del hostel, y nos dirigimos al centro de la ciudad. Belgrado es el mayor núcleo urbano por el que vamos a pasar en este viaje, con más de millón y medio de habitantes. La mezcla religiosa y étnica de Sarajevo deja paso a un ambiente más puramente europeo y el cristianismo ortodoxo como máxima influencia en Belgrado. Pese al largo dominio otomano que sufrió Belgrado con el comienzo de la Edad Moderna, no hay vestigios demasiado visibles.

Belgrado
Nuestro tiempo aquí es bien limitado, así que buscamos primeramente la Fortaleza de Kalemegdan que se erige en lugar privilegiado del centro. Por allí paseamos tranquilamente, disfrutando de perfectas vistas sobre el resto de la ciudad y viendo alguno de los edificios y monumentos que contiene (Torre del Reloj, el gran pozo, mausoleos, puertas de entrada en los muros…). El museo militar, desgraciadamente cerrado los lunes, me quedo sin verlo aunque me consuelo con las cosas que hay expuestas en el exterior. Una vez fuera de la Fortaleza, un paseo por la zona de la ciudad que queda a su sureste nos muestra el Belgrado más histórico. Muchas iglesias, algún que otro palacio, teatro, museos… etc. Me quedo con las ganas de visitar el dedicado a Nikola Tesla, el famoso inventor de etnia serbia.

Perro posando en un parque de Belgrado

Desde la Fortaleza. Ríos Sava y Danubio
A la hora de comer volvemos a la crepería que me había enamorado la noche anterior, muy cerca del Museo Nacional. Un último paseo, aprovechando que hace muy buen tiempo y que el periplo balcánico enfila ya sus últimas horas, y volvemos al coche y directos a la autopista. En uno de los peajes recogemos a un serbio que nos acompaña hasta la ciudad de Nis, y con el cual mantenemos una entretenida charla en la que nos explica algunas cosas interesantes sobre la actitud de los serbios tras lo sucedido en la década de los 90. Después de la citada ciudad (por cierto, lugar de nacimiento del emperador romano Constantino I El Grande), la cómoda autopista llega a su fin y deja paso a una bonita carretera que se sumerge entre un largo desfiladero que por momentos me recordó al que tenemos en Cantabria.


Conduciendo por el sur de Serbia

En la frontera con Bulgaria, nos piden… bueno, tal vez “pedir” no sea el verbo adecuado, pues la pregunta vino después de la acción. El caso es que se introdujeron en los asientos de atrás del coche dos señoras, trabajadoras de la aduana, y después un hombre nos dijo que si nos importaba llevarlas hasta Dragoman (ciudad búlgara a medio camino de Sofía). “Bueno oye, ya que están montadas, no les hagas bajarse”, qué le voy a decir. Las señorucas fueron todo el rato hablando de sus cosas, sólo les faltó sacar hilo y aguja y ponerse a hacer punto allí mismo.


Entre las montañas cerca de la frontera Serbia-Bulgaria
Y por fin, tras más de 2.000 km de viaje, llegamos a Sofía anocheciendo. Sentí una extraña sensación reconfortante al volver a sentir esas carreteras empedradas y esos fascinantes baches de medio metro de profundidad. “Ahhh… por fin en casa”, exclamé tras el primero que me comí. Yo creo que hasta el Golf lo echaba de menos… ¡un poco de acción, coñe!. Tras todos estos días, resultó muy curioso abrir la cartera y ver una vez más ese caos de diferentes monedas que uno ya no sabe ni a qué país corresponden. De hecho, no sólo hubo que utilizar el dinar serbio, sino también el marco bosnio, la kuna croata, el lek albanés, y el dinar macedonio. Aparte del propio lev búlgaro, y el euro, que es la moneda oficial montenegrina. Hasta siete tipos de monedas en mi cartera, que ocasionaron numerosas tropelías del estilo de intentar pagar en Bosnia con monedas de Albania, y cosas similares. Muchas veces lo que hacía era enseñar al dependiente el montón de monedas y que él mismo se sirviese, era lo más rápido.

Y Bulgaria de nuevo...

¡¡Reencuentro!!:

Al fin el trío junto...
Al llegar a casa, allí nos están esperando (tal y como estaba planeado minuciosamente) Pacas y Monroy, ¡¡al fin el esperado momento!!. Tenemos muchas cosas que contarnos, pero lo primero que sale a la palestra fue el relato de sus primeras horas en Sofía, bastante confusas. Llegaron sobre las 2.30 de la mañana y un taxista bastante chungo les llevó al Hostal que yo les había reservado en el centro. Al parecer el tipo fue un buen rato en dirección prohibida por calles de sentido único, lo cual ya empezó a escamar a los recién llegados. Posteriomente la bienvenida en el Hostal no fue mejor, pues parecía absolutamente vacío, hasta que un somnoliento recepcionista se levantó de pronto de entre las tinieblas y les saludó en el “familiar y cercano” idioma búlgaro. Subieron por unas escaleras de madera medio podrida a la habitación, donde unas cuantas cucarachas les estaban esperando con los brazos abiertos. El recepcionista les hizo entrega del sobre donde se contenían las llaves de mi piso, las cuales utilizaron a la mañana siguiente para instalarse allí y pasar una noche más. Aunque ellos ya tienen controlada el área periférica a mi piso, y sus principales tugurios de pizzas y kebaps, yo les quiero llevar cuanto antes a que conozcan el gran Ugo, donde nos damos un buen atracón y una buena ingesta de Kamenitza. Esta noche dormirán por última vez en nuestro piso, ya que es mañana cuando hemos quedado con la casera para alojarles en su nuevo hogar.

26 de noviembre de 2010

Bosnia i Herzegovina - Serbia. Día 30

Dia 30:

Entrada al "túnel de la vida"
La alarma suena a las 8 en punto. Es domingo pero no hay piedad. Hoy será el día más duro por carretera, desde Sarajevo hasta Belgrado. Pero antes de abandonar la capital bosnia, buscamos el sobrecogedor “túnel de la vida”. No fue fácil encontrarlo, escondido a las afueras y sin ninguna indicación. Huelga decir que Sarajevo fue sitiado durante casi CUATRO años por las fuerzas serbias, lo que supone el mayor asedio de la historia moderna. 12.000 muertos, la inmensa mayoría civiles, y más de 50.000 heridos fue el triste balance. Incuantificable fue, sin embargo, el sufrimiento y miseria vividos por los bosnios encerrados en su propia ciudad, con todas las comunicaciones cortadas, alimentos, electricidad, medicinas, armas, etc. Más de 35.000 edificios fueron totalmente destruidos tras todo ese tiempo de continuo bombardeo y fuego de ametralladoras.


Aspecto del túnel

En determinado momento, y debido a la gravedad de los acontecimientos, la ONU comenzó a usar el aeropuerto para enviar ayuda humanitaria, y esas instalaciones pasaron a ser territorio neutral. La resistencia de la ciudad aprovechó esta situación para excavar un túnel por debajo del aeropuerto, que les conectase con la resistencia bosnia organizada en los montes cercanos. Por increíble que parezca, a través del túnel, de condiciones precarias y muy estrecho, se produjo un constante trasiego de alimentos, armas, electricidad, e incluso personas heridas que abandonaban la ciudad. Se dice que este túnel provocó que la resistencia fuese tan duradera, y que los serbios nunca llegasen a tomar Sarajevo. Hoy en día la casa que servía de salida al túnel, se ha reconvertido en un pequeño museo del horror vivido aquellos días, donde podemos ver uniformes, armas, fotografías y vídeos de la guerra. Un trozo del túnel se ha conservado y es posible recorrerlo, agachado, pues su altura es escasa.

Tras esta visita tan sobrecogedora, nos despedimos de Sarajevo, una ciudad diferente, a las 11 de la mañana. De ahora en adelante tráfico lento (radares), carretera sinuosa entre montañas y más montañas, y por si fuera poco: ¡lluvia intensa!. Aunque los paisajes que vamos atravesando tienen su encanto, una constante tromba de agua nos priva de su disfrute. La carretera, más que la unión entre dos capitales europeas, parece la conexión de dos pueblecitos de Palencia. Afortunadamente el pavimento presenta un aspecto decente, aunque haya que atravesar decenas de montes, bosques, cruces... Por el camino paro en una gasolinera a comprar unos limpiaparabrisas nuevos para el coche, los antiguos eran del Mundial Italia '90. Para colocarlos, aunque el soporte estaba un poco deformado, no hay problema pues en este país quien más quien menos tiene un coche igual en casa y conoce los truquillos.


Una vez en Serbia, tratamos de encontrar algún lugar para comer sin éxito, todo cerrado. Finalmente acabamos en una gasolinera con unos sándwiches, muestra inequívoca de que el día de hoy fue realmente atípico. El último tramo es (al fin) autovía, se hace rápido.

Entramos a la ciudad sobre las 18.00 (hemos tardado más de las 4 horas que marcaba ViaMichelin), y nos lleva tiempo encontrar el hostel New York Lights (muy nuevo y barato pero caótico y sin demasiada atención, no recomendado). Una vez acomodados, procedemos a salir a conocer un poco el centro de la ciudad, aunque sea ya de noche. Paseamos un rato, aunque el tiempo no acompaña demasiado. La ciudad es avanzada y muy europea, pero choca el ver esos edificios semiderruidos por los bombardeos de la OTAN en 1999, parece que han preferido no borrar del todo las huellas de aquellos sucesos. Cenamos en una crepería que es gloria bendita: buena, bonita y barata (y 24 h.). La visita turística propiamente dicha, la dejamos para mañana por la mañana.


Los bombardeos de la OTAN en 1999 en Belgrado dejaron huellas aún hoy visibles

25 de noviembre de 2010

Bosnia i Herzegovina (Sarajevo). Día 29

Día 29:

Fachada saliendo de Mostar... guerra
Nos levantamos pronto para intentar subir al Mt. Velez, desde donde obtener una panorámica de toda la montañosa región. No obstante, no encontramos indicaciones por ninguna parte y la gente a la que preguntamos tampoco parece tener muy claro por dónde llegar… finalmente desistimos pues no es buena idea perder más tiempo con esto. Seguimos la carretera hacia la capital y nuestro destino hoy: Sarajevo. La ruta es preciosa, remontando el río Neretva a medida que se abre paso entre grandes montañas y supera varios embalses. Dejamos atrás lugares como Jablanica, Bradina, Tarcin..., sin mucho más interés aparente que algún puente antiguo.


Remontando el curso del río Neretva, carretera Mostar - Sarajevo

Poco después, en lo alto de un puerto de montaña, nos para la policía. No hablan inglés, así que la gestión se torna compleja. Nos piden unos 25 € de multa por ir a 72 km/h en un tramo de 50 (la subida al puerto). Me lo piden así, en mano, a pelo. Obviamente el ir con matrícula búlgara y presentar un pasaporte español al mismo tiempo, tiene sus inconvenientes. Todos los que se percatan tratan de sacar tajada. Le digo que por qué, que dónde está la prueba, la foto, o simplemente la multa (el papel). Me enseña una especie de calculadora cutre donde aparece un “72”. Esta prueba me desmonta cualquier argumento…, a ver quién le dice que no. Es irrefutable (...). Le pido que al menos me dé el papel con la multa escrita (todo esto en idioma gorilero, claro). Me dice que si quiero hacer eso, tengo que ir al banco (el pueblo más cercano está 20 km más atrás) pagarlo y sellarlo allí, y volver a traérselo. “Bueno anda, toma los 25 € y en paz”. Todo esto pese a que yo ya estaba bajo aviso de que aquí en Bosnia i Herzegovina las carreteras están PLAGADAS de radares de velocidad, y que se toman el asunto muy en serio. De hecho, esto se nota en la velocidad media que llevan los coches, muy baja, siempre respetando los límites a rajatabla.

Aparcamiento de un restaurante. Lo del Golf II en BiH es una auténtica dictadura


Kebapcici

Kilómetros después, vemos un gran desguace visiblemente especializado en nuestro coche: VW Golf II (que por cierto es el coche nacional por excelencia, no es raro ver hileras de 6 ó 7 seguidos en la carretera). Paramos y compramos por 5 € un gato y una llave por si hay que cambiar la rueda… hasta ahora no tenía cómo hacerlo. Al llegar a Sarajevo, ciudad grande, me pongo a seguir las indicaciones de “Centre” sin más. Cuando ya nos creemos en pleno centro, paramos a preguntar por nuestro hostel… es entonces cuando se produce uno de esos golpes de buena suerte que rara vez ocurren. “Lo tienes justo al otro lado de la acera”, nos dice un sonriente individuo montado en un coche con pegatinas del propio hostel.” Buah! Esto sí que es suerte!”. Nos hemos ahorrado el típico deambular buscando mapas y referencias para orientarnos. Nos presentamos allí (Enjoy Hostel) y la dueña nos recibe con los brazos abiertos, el lugar es muy viejo y pequeño, pero razonablemente acogedor. Nos da un mapa y nos recomienda que probemos cuanto antes la comida por excelencia de la ciudad: el kebapcici. Muy cerca de allí hay un sitio donde los hacen fenomenal, así que no tardamos en comenzar a devorar esas salchichas muy similares al kebapche búlgaro, pero acompañadas de una deliciosa tortita y cebolla.

Sarajevo

Junto al Bazaar
Larga caminata al centro histórico, con mucho calor. Aquello está absolutamente lleno de cafeterías y pequeños comercios con artesanías, ropa… Paseamos largo y tendido por allí, la tarde se hace agradable a la sombra de los edificios circundantes, salpicados con una mezquita aquí, una catedral allí. La multiculturalidad es palpable, no sólo en los iconos arquitectónicos, sino sobretodo en la gente que inunda la calle. Aquí conviven musulmanes con católicos, judíos con ortodoxos. La “Jerusalén” de Europa, es el sobrenombre de esta ciudad. Al igual que en Mostar, no es raro ver fachadas llenas de balazos, o edificios en ruina por los bombardeos. La reconstrucción ha sido inmensa, pero así todo quedan reminiscencias muy visibles.

Cat.Sgdo.Corazón de Jesús
Tras haber parado ya en algún café a tomar algo (es el deporte nacional aquí), seguimos la recomendación de la LP de visitar el Café Diván, uno de los lugares con más encanto y tradición de toda la ciudad. Fue un acierto. Allí pudimos disfrutar de un auténtico café bosnio, de origen árabe. El lugar es muy agradable y la gente es local en su mayoría, principalmente musulmanes. Me encuentro con un turco muy simpático (y rico) que rápidamente me habla de odios y heridas abiertas entre etnias. Finalmente el tema se suaviza cuando hablamos de España, un lugar que indefectiblemente todos en este área del planeta relacionan con sol, playas, buena vida. Es nombrar “España”, y la sonrisa y el cachondeo aparecen. Sin desmerecer los fabulosos atributos de nuestro país, es obvio que la maquinaria turística ha hecho muy bien su trabajo durante mucho tiempo.

Café Diván, en pleno Sarajevo

Pasamos mucho rato en ese Café, aprovechando para leer la historia del lugar, que aparece de forma resumida en la guía LP. Como ya dije anteriormente, es imposible formar una opinión sólida sólo con unos cuantos retazos de lo que ha pasado, que ha sido mucho y muy complejo. Para cenar repetimos kepabcici en un sitio céntrico y populoso, no tendremos muchas más oportunidades de probarlo in situ, y está riquísimo. El paseo de vuelta a “casa” es largo y agradable, hay mucha gente joven por la calle (es sábado, de hecho) y un ambientazo que no podremos exprimir. El día de hoy ha sido largo, pero el de mañana será especialmente duro porque habrá mucha carretera hacia Serbia y Belgrado. A medianoche estamos ya descansando.

Bosnia i Herzegovina (Mostar). Día 28

Día 28:

Seguimos con el idioma patrio, pues las circunstancias aconsejan tal comodidad.

Es viernes, día 17 de Septiembre de 2010. El sol ya no resplandece como la jornada previa. Nos despedimos de la bella Dubrovnik siguiendo la carretera costera que enfila hacia la Croacia septentrional. Pronto nos topamos con la frontera bosnia, donde nos despachan rápido, de hecho sólo estaremos en su territorio por cuestión de minutos: lo que tardamos en atravesar la minúscula franja de costa que tiene el país, donde se ubica la turística villa de Neum. Es un extraño hachazo que deja aislada a la ciudad de Dubrovnik en ese pequeño trocito al sur. Otra frontera y otra vez en Croacia. En determinado momento nos desviamos rumbo al norte, alejándonos definitivamente de la costa. Hemos dejado a nuestro lado algunas de las preciosas islas croatas, como las de Sipan y Korcula. Tercera frontera del día y entramos nuevamente en Bosnia i Herzegovina, ni siquiera nos miran la documentación al entrar.

Pocitelj, de camino a Mostar
Hablar de la situación socio-política en Bosnia i Herzegovina es harto complicado para alguien que no conoce realmente todo el trasfondo, como es mi caso. Es un país realmente complejo con una historia reciente dramática, marcada por la guerra, limpieza étnica y abusos que aquí tuvieron lugar hace tan sólo 15 años. La cifra de muertos oscila en torno a los 100.000, lo cual habla por sí sólo. Los desencadenantes de semejante barbarie, los verdaderos motivos y los factores que hacen que hoy en día aún haya heridas abiertas, son tan inestables y complejos que al parecer ni siquiera los muy documentados en el asunto parecen ponerse de acuerdo.

Pese a toda esta desolación, en Bosnia i Herzegovina vamos a tener la oportunidad de disfrutar de mucho encanto. La primera muestra de ello son las cascadas de Kravica, un fabuloso y extraño paraje que nos encontramos desviándonos unos cuantos kilómetros de la carretera principal. Tienen unos 28 metros de altura y allí es posible darse un baño, tal y como vimos hacer a algún valiente que quería comprobar qué se siente al poner la cabeza debajo de semejante torrente.

Cascadas de Kravica

De vuelta en la carretera, recogemos a un chico polaco que hoy comparte destino con nosotros: Mostar. Nos explica su viaje, principalmente en tren y auto-stop, desde Cracovia hasta Sarajevo, pasando por Budapest… En nuestro trayecto, nos invita a parar en un par de sitios de interés que él ya conocía. Una vez en Mostar, es fácil localizar dónde está lo relevante aquí. Alrededor de su famoso e infortunado puente se encuentra el casco viejo y toda la actividad turística y social de la ciudad. Nos damos el capricho de comer en uno de los restaurantes que están junto a la ribera del río, y desde el cual tenemos una panorámica privilegiada del conjunto que conforma esta parte de Mostar. Además no resulta ser caro, y podemos probar algo de comida típica (una especie de acelgas con arroz, muy rico).

Mostar ... con su Puente Viejo o Stari Most

Dedicamos la tarde a pasear por el casco viejo, y sobretodo a disfrutar del encanto de este lugar. Pese a que no esperaba demasiado de esta visita, finalmente resultó ser una de las grandes sorpresas del viaje. El contraste viene ofrecido de la mano de los edificios que flanquean la, en su momento, primera línea de fuego. Semiderruidos, con balazos por todos lados, totalmente abandonados a su suerte. Forman parte de la “otra” visita turística.

Edificios semi-destruidos en Mostar


Nos hospedamos en el Hostal Nina, económico y muy cómodo. Además, la propia Nina, joven dueña del hostal, nos habla sobre la ciudad y cómo ha ido cambiando todo desde la guerra, cuando ella era apenas una niña. La gente aquí se muestra muy hospitalaria con el foráneo. Finalizamos el día cenando algo por el casco viejo y dando un último y largo paseo nocturno, cuando todo cobra otra perspectiva diferente. Sin duda, Mostar ha supuesto una agradable sorpresa en nuestro viaje, con su melancólica belleza dejando en evidencia mis expectativas sobre la visita.