26 de noviembre de 2010

Bosnia i Herzegovina - Serbia. Día 30

Dia 30:

Entrada al "túnel de la vida"
La alarma suena a las 8 en punto. Es domingo pero no hay piedad. Hoy será el día más duro por carretera, desde Sarajevo hasta Belgrado. Pero antes de abandonar la capital bosnia, buscamos el sobrecogedor “túnel de la vida”. No fue fácil encontrarlo, escondido a las afueras y sin ninguna indicación. Huelga decir que Sarajevo fue sitiado durante casi CUATRO años por las fuerzas serbias, lo que supone el mayor asedio de la historia moderna. 12.000 muertos, la inmensa mayoría civiles, y más de 50.000 heridos fue el triste balance. Incuantificable fue, sin embargo, el sufrimiento y miseria vividos por los bosnios encerrados en su propia ciudad, con todas las comunicaciones cortadas, alimentos, electricidad, medicinas, armas, etc. Más de 35.000 edificios fueron totalmente destruidos tras todo ese tiempo de continuo bombardeo y fuego de ametralladoras.


Aspecto del túnel

En determinado momento, y debido a la gravedad de los acontecimientos, la ONU comenzó a usar el aeropuerto para enviar ayuda humanitaria, y esas instalaciones pasaron a ser territorio neutral. La resistencia de la ciudad aprovechó esta situación para excavar un túnel por debajo del aeropuerto, que les conectase con la resistencia bosnia organizada en los montes cercanos. Por increíble que parezca, a través del túnel, de condiciones precarias y muy estrecho, se produjo un constante trasiego de alimentos, armas, electricidad, e incluso personas heridas que abandonaban la ciudad. Se dice que este túnel provocó que la resistencia fuese tan duradera, y que los serbios nunca llegasen a tomar Sarajevo. Hoy en día la casa que servía de salida al túnel, se ha reconvertido en un pequeño museo del horror vivido aquellos días, donde podemos ver uniformes, armas, fotografías y vídeos de la guerra. Un trozo del túnel se ha conservado y es posible recorrerlo, agachado, pues su altura es escasa.

Tras esta visita tan sobrecogedora, nos despedimos de Sarajevo, una ciudad diferente, a las 11 de la mañana. De ahora en adelante tráfico lento (radares), carretera sinuosa entre montañas y más montañas, y por si fuera poco: ¡lluvia intensa!. Aunque los paisajes que vamos atravesando tienen su encanto, una constante tromba de agua nos priva de su disfrute. La carretera, más que la unión entre dos capitales europeas, parece la conexión de dos pueblecitos de Palencia. Afortunadamente el pavimento presenta un aspecto decente, aunque haya que atravesar decenas de montes, bosques, cruces... Por el camino paro en una gasolinera a comprar unos limpiaparabrisas nuevos para el coche, los antiguos eran del Mundial Italia '90. Para colocarlos, aunque el soporte estaba un poco deformado, no hay problema pues en este país quien más quien menos tiene un coche igual en casa y conoce los truquillos.


Una vez en Serbia, tratamos de encontrar algún lugar para comer sin éxito, todo cerrado. Finalmente acabamos en una gasolinera con unos sándwiches, muestra inequívoca de que el día de hoy fue realmente atípico. El último tramo es (al fin) autovía, se hace rápido.

Entramos a la ciudad sobre las 18.00 (hemos tardado más de las 4 horas que marcaba ViaMichelin), y nos lleva tiempo encontrar el hostel New York Lights (muy nuevo y barato pero caótico y sin demasiada atención, no recomendado). Una vez acomodados, procedemos a salir a conocer un poco el centro de la ciudad, aunque sea ya de noche. Paseamos un rato, aunque el tiempo no acompaña demasiado. La ciudad es avanzada y muy europea, pero choca el ver esos edificios semiderruidos por los bombardeos de la OTAN en 1999, parece que han preferido no borrar del todo las huellas de aquellos sucesos. Cenamos en una crepería que es gloria bendita: buena, bonita y barata (y 24 h.). La visita turística propiamente dicha, la dejamos para mañana por la mañana.


Los bombardeos de la OTAN en 1999 en Belgrado dejaron huellas aún hoy visibles

25 de noviembre de 2010

Bosnia i Herzegovina (Sarajevo). Día 29

Día 29:

Fachada saliendo de Mostar... guerra
Nos levantamos pronto para intentar subir al Mt. Velez, desde donde obtener una panorámica de toda la montañosa región. No obstante, no encontramos indicaciones por ninguna parte y la gente a la que preguntamos tampoco parece tener muy claro por dónde llegar… finalmente desistimos pues no es buena idea perder más tiempo con esto. Seguimos la carretera hacia la capital y nuestro destino hoy: Sarajevo. La ruta es preciosa, remontando el río Neretva a medida que se abre paso entre grandes montañas y supera varios embalses. Dejamos atrás lugares como Jablanica, Bradina, Tarcin..., sin mucho más interés aparente que algún puente antiguo.


Remontando el curso del río Neretva, carretera Mostar - Sarajevo

Poco después, en lo alto de un puerto de montaña, nos para la policía. No hablan inglés, así que la gestión se torna compleja. Nos piden unos 25 € de multa por ir a 72 km/h en un tramo de 50 (la subida al puerto). Me lo piden así, en mano, a pelo. Obviamente el ir con matrícula búlgara y presentar un pasaporte español al mismo tiempo, tiene sus inconvenientes. Todos los que se percatan tratan de sacar tajada. Le digo que por qué, que dónde está la prueba, la foto, o simplemente la multa (el papel). Me enseña una especie de calculadora cutre donde aparece un “72”. Esta prueba me desmonta cualquier argumento…, a ver quién le dice que no. Es irrefutable (...). Le pido que al menos me dé el papel con la multa escrita (todo esto en idioma gorilero, claro). Me dice que si quiero hacer eso, tengo que ir al banco (el pueblo más cercano está 20 km más atrás) pagarlo y sellarlo allí, y volver a traérselo. “Bueno anda, toma los 25 € y en paz”. Todo esto pese a que yo ya estaba bajo aviso de que aquí en Bosnia i Herzegovina las carreteras están PLAGADAS de radares de velocidad, y que se toman el asunto muy en serio. De hecho, esto se nota en la velocidad media que llevan los coches, muy baja, siempre respetando los límites a rajatabla.

Aparcamiento de un restaurante. Lo del Golf II en BiH es una auténtica dictadura


Kebapcici

Kilómetros después, vemos un gran desguace visiblemente especializado en nuestro coche: VW Golf II (que por cierto es el coche nacional por excelencia, no es raro ver hileras de 6 ó 7 seguidos en la carretera). Paramos y compramos por 5 € un gato y una llave por si hay que cambiar la rueda… hasta ahora no tenía cómo hacerlo. Al llegar a Sarajevo, ciudad grande, me pongo a seguir las indicaciones de “Centre” sin más. Cuando ya nos creemos en pleno centro, paramos a preguntar por nuestro hostel… es entonces cuando se produce uno de esos golpes de buena suerte que rara vez ocurren. “Lo tienes justo al otro lado de la acera”, nos dice un sonriente individuo montado en un coche con pegatinas del propio hostel.” Buah! Esto sí que es suerte!”. Nos hemos ahorrado el típico deambular buscando mapas y referencias para orientarnos. Nos presentamos allí (Enjoy Hostel) y la dueña nos recibe con los brazos abiertos, el lugar es muy viejo y pequeño, pero razonablemente acogedor. Nos da un mapa y nos recomienda que probemos cuanto antes la comida por excelencia de la ciudad: el kebapcici. Muy cerca de allí hay un sitio donde los hacen fenomenal, así que no tardamos en comenzar a devorar esas salchichas muy similares al kebapche búlgaro, pero acompañadas de una deliciosa tortita y cebolla.

Sarajevo

Junto al Bazaar
Larga caminata al centro histórico, con mucho calor. Aquello está absolutamente lleno de cafeterías y pequeños comercios con artesanías, ropa… Paseamos largo y tendido por allí, la tarde se hace agradable a la sombra de los edificios circundantes, salpicados con una mezquita aquí, una catedral allí. La multiculturalidad es palpable, no sólo en los iconos arquitectónicos, sino sobretodo en la gente que inunda la calle. Aquí conviven musulmanes con católicos, judíos con ortodoxos. La “Jerusalén” de Europa, es el sobrenombre de esta ciudad. Al igual que en Mostar, no es raro ver fachadas llenas de balazos, o edificios en ruina por los bombardeos. La reconstrucción ha sido inmensa, pero así todo quedan reminiscencias muy visibles.

Cat.Sgdo.Corazón de Jesús
Tras haber parado ya en algún café a tomar algo (es el deporte nacional aquí), seguimos la recomendación de la LP de visitar el Café Diván, uno de los lugares con más encanto y tradición de toda la ciudad. Fue un acierto. Allí pudimos disfrutar de un auténtico café bosnio, de origen árabe. El lugar es muy agradable y la gente es local en su mayoría, principalmente musulmanes. Me encuentro con un turco muy simpático (y rico) que rápidamente me habla de odios y heridas abiertas entre etnias. Finalmente el tema se suaviza cuando hablamos de España, un lugar que indefectiblemente todos en este área del planeta relacionan con sol, playas, buena vida. Es nombrar “España”, y la sonrisa y el cachondeo aparecen. Sin desmerecer los fabulosos atributos de nuestro país, es obvio que la maquinaria turística ha hecho muy bien su trabajo durante mucho tiempo.

Café Diván, en pleno Sarajevo

Pasamos mucho rato en ese Café, aprovechando para leer la historia del lugar, que aparece de forma resumida en la guía LP. Como ya dije anteriormente, es imposible formar una opinión sólida sólo con unos cuantos retazos de lo que ha pasado, que ha sido mucho y muy complejo. Para cenar repetimos kepabcici en un sitio céntrico y populoso, no tendremos muchas más oportunidades de probarlo in situ, y está riquísimo. El paseo de vuelta a “casa” es largo y agradable, hay mucha gente joven por la calle (es sábado, de hecho) y un ambientazo que no podremos exprimir. El día de hoy ha sido largo, pero el de mañana será especialmente duro porque habrá mucha carretera hacia Serbia y Belgrado. A medianoche estamos ya descansando.

Bosnia i Herzegovina (Mostar). Día 28

Día 28:

Seguimos con el idioma patrio, pues las circunstancias aconsejan tal comodidad.

Es viernes, día 17 de Septiembre de 2010. El sol ya no resplandece como la jornada previa. Nos despedimos de la bella Dubrovnik siguiendo la carretera costera que enfila hacia la Croacia septentrional. Pronto nos topamos con la frontera bosnia, donde nos despachan rápido, de hecho sólo estaremos en su territorio por cuestión de minutos: lo que tardamos en atravesar la minúscula franja de costa que tiene el país, donde se ubica la turística villa de Neum. Es un extraño hachazo que deja aislada a la ciudad de Dubrovnik en ese pequeño trocito al sur. Otra frontera y otra vez en Croacia. En determinado momento nos desviamos rumbo al norte, alejándonos definitivamente de la costa. Hemos dejado a nuestro lado algunas de las preciosas islas croatas, como las de Sipan y Korcula. Tercera frontera del día y entramos nuevamente en Bosnia i Herzegovina, ni siquiera nos miran la documentación al entrar.

Pocitelj, de camino a Mostar
Hablar de la situación socio-política en Bosnia i Herzegovina es harto complicado para alguien que no conoce realmente todo el trasfondo, como es mi caso. Es un país realmente complejo con una historia reciente dramática, marcada por la guerra, limpieza étnica y abusos que aquí tuvieron lugar hace tan sólo 15 años. La cifra de muertos oscila en torno a los 100.000, lo cual habla por sí sólo. Los desencadenantes de semejante barbarie, los verdaderos motivos y los factores que hacen que hoy en día aún haya heridas abiertas, son tan inestables y complejos que al parecer ni siquiera los muy documentados en el asunto parecen ponerse de acuerdo.

Pese a toda esta desolación, en Bosnia i Herzegovina vamos a tener la oportunidad de disfrutar de mucho encanto. La primera muestra de ello son las cascadas de Kravica, un fabuloso y extraño paraje que nos encontramos desviándonos unos cuantos kilómetros de la carretera principal. Tienen unos 28 metros de altura y allí es posible darse un baño, tal y como vimos hacer a algún valiente que quería comprobar qué se siente al poner la cabeza debajo de semejante torrente.

Cascadas de Kravica

De vuelta en la carretera, recogemos a un chico polaco que hoy comparte destino con nosotros: Mostar. Nos explica su viaje, principalmente en tren y auto-stop, desde Cracovia hasta Sarajevo, pasando por Budapest… En nuestro trayecto, nos invita a parar en un par de sitios de interés que él ya conocía. Una vez en Mostar, es fácil localizar dónde está lo relevante aquí. Alrededor de su famoso e infortunado puente se encuentra el casco viejo y toda la actividad turística y social de la ciudad. Nos damos el capricho de comer en uno de los restaurantes que están junto a la ribera del río, y desde el cual tenemos una panorámica privilegiada del conjunto que conforma esta parte de Mostar. Además no resulta ser caro, y podemos probar algo de comida típica (una especie de acelgas con arroz, muy rico).

Mostar ... con su Puente Viejo o Stari Most

Dedicamos la tarde a pasear por el casco viejo, y sobretodo a disfrutar del encanto de este lugar. Pese a que no esperaba demasiado de esta visita, finalmente resultó ser una de las grandes sorpresas del viaje. El contraste viene ofrecido de la mano de los edificios que flanquean la, en su momento, primera línea de fuego. Semiderruidos, con balazos por todos lados, totalmente abandonados a su suerte. Forman parte de la “otra” visita turística.

Edificios semi-destruidos en Mostar


Nos hospedamos en el Hostal Nina, económico y muy cómodo. Además, la propia Nina, joven dueña del hostal, nos habla sobre la ciudad y cómo ha ido cambiando todo desde la guerra, cuando ella era apenas una niña. La gente aquí se muestra muy hospitalaria con el foráneo. Finalizamos el día cenando algo por el casco viejo y dando un último y largo paseo nocturno, cuando todo cobra otra perspectiva diferente. Sin duda, Mostar ha supuesto una agradable sorpresa en nuestro viaje, con su melancólica belleza dejando en evidencia mis expectativas sobre la visita.

22 de noviembre de 2010

Croacia (Dubrovnik). Día 27

Día 27:

Volvemos al español, que hay que aligerar esto un poco (y de paso recupero algunos lectores jaja).

La ciudad vieja de Dubrovnik (ó Ragusa, su nombre histórico) es un lugar especial. Su sobrenombre de “Perla del Adriático” no es casualidad. De hecho, se trata de una preciosa ciudad medieval grandiosamente restaurada y conservada. Probablemente, sus murallas son lo primero que llama la atención, además de suponer una de las mejores formas de ver la ciudad, ya que es posible recorrerlas a pie durante sus casi 2 km (10 €). Las vistas desde allí arriba (hasta 25 metros) son fabulosas sobre la propia ciudad, y sobre la costa:

Dubrovnik desde lo alto de sus murallas



























Pese a que durante siglos fue una próspera y autónoma República, ha tenido que soportar numerosas crisis, desde invasiones de los árabes, normandos y sus rivales venecianos, hasta el más reciente asedio y bombardeo de fuerzas serbias y montenegrinas en 1991, que devastó gran parte de la ciudad. Afortunadamente hoy en día ha recuperado su antiguo esplendor, aunque esto ocasione que reciba una continua masa de turistas que resta encanto al lugar.

Placa, Calle principal

Pred Dvorom


















Estamos teniendo muchísima suerte con el tiempo, hoy disfrutamos de un implacable sol que lo ilumina todo. Dedicamos parte del día a recorrer la ciudad y sus numerosas callejuelas, hasta que el calor nos hace pedir a gritos un baño en la sugerente costa. Tras informarnos un poco, buscamos una playa tranquila (Solitude) para darnos un chapuzón y descansar hasta el atardecer. Por la noche nos preparamos una frugal cena en la terraza de nuestra casa. Nuestro presupuesto va cada vez más ajustado, y los precios en Dubrovnik son mucho más altos de lo que hasta ahora veníamos soportando en países como Macedonia, Albania, o la propia Bulgaria.




The Sword - How Heavy This Axe