Día 15:
Dejando atrás el bosque |
¡Menuda jornada! Hemos entrado en las montañas de Pirin por la puerta grande, coronando su cota más alta, el Vihren (2.914 m.), con la lluvia, el viento y la niebla como compañeros en la cima. No se puede decir que hayamos tenido mucha suerte con la climatología. Una prueba de fuego para demostrarnos a nosotros mismos que la satisfacción en la montaña no sólo se consigue a través de los grandiosos panoramas que nos pueda ofrecer. Hoy nos los ha negado durante mucho tiempo, y sin embargo todos estamos realmente contentos con la experiencia vivida.
Ganando altura |
Nos levantamos a las 6:00 h. para ducharnos y abandonar el alojamiento de nuestros hospitalarios anfitriones. El tío de Ludi nos acompaña con el coche hasta el Refugio de Banderitsa, donde iniciaremos la ruta a pie. Hemos subido un puerto larguísimo, unos 16 km, y nos encontramos a 1.810 metros de altitud.
8:15 h. Tras un rápido desayuno en el mismo refugio, comenzamos a andar. La pendiente es constante durante toda la ruta, aunque con las piernas frescas no reparemos en ello. Primeramente dejamos atrás un frondoso bosque, para después pisar algo de roca, al tiempo que nos adentramos en el corazón de la montaña.
La niebla cubriendo el Vihren |
Cuando alcanzamos la cabaña "Kazana", a unos 2.450 m., la lluvia y el frío ya han hecho acto de presencia y obligan a ir adaptando la vestimenta. En estos momentos, nos encontramos en la base del gran macizo rocoso que supone el Vihren, aunque lamentablemente sólo podemos intuirlo allá arriba en la niebla.
Poco después, y tras uno de los peores repechos, alcanzamos el cordal que une el Vihren con los cercanos Kulata I y II. Es aquí donde giramos a la izquierda y encaramos la arista norte del monte. Nos adentramos por completo en una espesa niebla que nos priva del espectáculo visual, y nos obliga a estrenar toda la ropa de abrigo (4 ºC). Sin embargo, la progresión se hace muy entretenida, al tener que ir utilizando las manos constantemente para ir ascendiendo. Sin mayores complicaciones, alcanzamos la cima sobre las 11.00 h.
Ludi e Iva en plena faena |
Ahí arriba nos encontramos con una variopinta combinación de ruteros que han alcanzado la cima por la otra vertiente. Una oronda parejita ha subido en playeras, pantalones cortos y el clásico poncho de 2 €. Están llamando por teléfono móvil, supongo que a sus familiares cercanos, pese a que con el viento que hay no creo que puedan entenderse jamás. En esos momentos pienso que debo ser una auténtica gominola por sentir frío con todo el abrigo que llevo (la temperatura marca 0 ºC y sopla mucho viento). Para contrarrestar esta sensación, hay allí tres miembros del equipo de montaña de la Cruz Roja, totalmente equipados y abrigados. Siento que mi nivel de gominolismo vuelve a sus registros normales.
Mientras nos hacemos las fotos de rigor, aparece por allí un chaval con aspecto de empollón (clásicas gafillas y peinado con la raya a un lado), ataviado (¡cómo no!) con playeras y pantalones cortos. Porta en su espalda un mochilón en el que probablemente cabe él mismo si encoge las piernas. En ese momento pienso muchas cosas, aunque una arrasa en intensidad al resto: "¿¿pero no tiene un puto pantalón largo en esa pedazo de mochila??". Este hombre tan peculiar, que finalmente resultará ser un buen compañero de ruta al día siguiente, es profesor de la Universidad de Colonia (Alemania), y está viajando por la zona.
El descenso lo hacemos por la otra cara, para terminar la jornada en el Refugio del mismo nombre que el pico. Se hace realmente largo y cansado, el desnivel acumulado son más de 2.100 metros entre subida y bajada, y las piernas ya comienzan a rogar clemencia. Sobre las 14.00 h. llegamos, yo personalmente con la batería bajo mínimos.
Así se queda uno después de la paliza |
Comemos opíparamente, y pasamos el resto de la tarde descansando y tomando unas cervezas en la sala común del Refugio. Hospedarse aquí nos cuesta 12 lev por persona (unos 6 €), barato, pero ajustado a la calidad del lugar: está hecho un desastre, viejo y roto. Al menos las camas han gozado de una remodelación y se dejan querer. Una vez en la piltra, la nota extraña la puso una señora que decidió meter a su chucho a dormir con ella. El chucho estaba bastante bien educado (para tratarse de un chucho, quiero decir), pero así todo a uno le resulta bastante desconcertante oir gemidos perrunos en plena madrugada, a dos metros de la sesera. No recuerdo haber visto antes a un perro durmiendo dentro de una cama en un lugar de estos. Afortunadamente estaba tan cansado, que creo que el canino y yo no tardamos en soñar con los angelitos, por ahí arriba, seguramente cerca del Vihren.
Con todo, un gran día.
Tanto, que se merece un tema como este: Gojira - Oroburus
Tanto, que se merece un tema como este: Gojira - Oroburus