9 de septiembre de 2010

Montes Pirin. Día 15

Día 15:

Dejando atrás el bosque
¡Menuda jornada! Hemos entrado en las montañas de Pirin por la puerta grande, coronando su cota más alta, el Vihren (2.914 m.), con la lluvia, el viento y la niebla como compañeros en la cima. No se puede decir que hayamos tenido mucha suerte con la climatología. Una prueba de fuego para demostrarnos a nosotros mismos que la satisfacción en la montaña no sólo se consigue a través de los grandiosos panoramas que nos pueda ofrecer. Hoy nos los ha negado durante mucho tiempo, y sin embargo todos estamos realmente contentos con la experiencia vivida.


Ganando altura
Nos levantamos a las 6:00 h. para ducharnos y abandonar el alojamiento de nuestros hospitalarios anfitriones. El tío de Ludi nos acompaña con el coche hasta el Refugio de Banderitsa, donde iniciaremos la ruta a pie. Hemos subido un puerto larguísimo, unos 16 km, y nos encontramos a 1.810 metros de altitud.

8:15 h. Tras un rápido desayuno en el mismo refugio, comenzamos a andar. La pendiente es constante durante toda la ruta, aunque con las piernas frescas no reparemos en ello. Primeramente dejamos atrás un frondoso bosque, para después pisar algo de roca, al tiempo que nos adentramos en el corazón de la montaña.



La niebla cubriendo el Vihren
Cuando alcanzamos la cabaña "Kazana", a unos 2.450 m., la lluvia y el frío ya han hecho acto de presencia y obligan a ir adaptando la vestimenta. En estos momentos, nos encontramos en la base del gran macizo rocoso que supone el Vihren, aunque lamentablemente sólo podemos intuirlo allá arriba en la niebla.

Poco después, y tras uno de los peores repechos, alcanzamos el cordal que une el Vihren con los cercanos Kulata I y II. Es aquí donde giramos a la izquierda y encaramos la arista norte del monte. Nos adentramos por completo en una espesa niebla que nos priva del espectáculo visual, y nos obliga a estrenar toda la ropa de abrigo (4 ºC). Sin embargo, la progresión se hace muy entretenida, al tener que ir utilizando las manos constantemente para ir ascendiendo. Sin mayores complicaciones, alcanzamos la cima sobre las 11.00 h.

Ludi e Iva en plena faena
Ahí arriba nos encontramos con una variopinta combinación de ruteros que han alcanzado la cima por la otra vertiente. Una oronda parejita ha subido en playeras, pantalones cortos y el clásico poncho de 2 €. Están llamando por teléfono móvil, supongo que a sus familiares cercanos, pese a que con el viento que hay no creo que puedan entenderse jamás. En esos momentos pienso que debo ser una auténtica gominola por sentir frío con todo el abrigo que llevo (la temperatura marca 0 ºC y sopla mucho viento). Para contrarrestar esta sensación, hay allí tres miembros del equipo de montaña de la Cruz Roja, totalmente equipados y abrigados. Siento que mi nivel de gominolismo vuelve a sus registros normales.


Mientras nos hacemos las fotos de rigor, aparece por allí un chaval con aspecto de empollón (clásicas gafillas y peinado con la raya a un lado), ataviado (¡cómo no!) con playeras y pantalones cortos. Porta en su espalda un mochilón en el que probablemente cabe él mismo si encoge las piernas. En ese momento pienso muchas cosas, aunque una arrasa en intensidad al resto: "¿¿pero no tiene un puto pantalón largo en esa pedazo de mochila??". Este hombre tan peculiar, que finalmente resultará ser un buen compañero de ruta al día siguiente, es profesor de la Universidad de Colonia (Alemania), y está viajando por la zona.
Vemos el Vlahinski Ezera, mientras bajamos del Vihren


























El descenso lo hacemos por la otra cara, para terminar la jornada en el Refugio del mismo nombre que el pico. Se hace realmente largo y cansado, el desnivel acumulado son más de 2.100 metros entre subida y bajada, y las piernas ya comienzan a rogar clemencia. Sobre las 14.00 h. llegamos, yo personalmente con la batería bajo mínimos.

Así se queda uno después de la paliza
Comemos opíparamente, y pasamos el resto de la tarde descansando y tomando unas cervezas en la sala común del Refugio. Hospedarse aquí nos cuesta 12 lev por persona (unos 6 €), barato, pero ajustado a la calidad del lugar: está hecho un desastre, viejo y roto. Al menos las camas han gozado de una remodelación y se dejan querer. Una vez en la piltra, la nota extraña la puso una señora que decidió meter a su chucho a dormir con ella. El chucho estaba bastante bien educado (para tratarse de un chucho, quiero decir), pero así todo a uno le resulta bastante desconcertante oir gemidos perrunos en plena madrugada, a dos metros de la sesera. No recuerdo haber visto antes a un perro durmiendo dentro de una cama en un lugar de estos. Afortunadamente estaba tan cansado, que creo que el canino y yo no tardamos en soñar con los angelitos, por ahí arriba, seguramente cerca del Vihren.

Con todo, un gran día. 

Tanto, que se merece un tema como este: Gojira - Oroburus

8 de septiembre de 2010

Montes Pirin. Día 14

Día 14:
Viernes 3 de Septiembre de 2010. El lunes es día festivo, así que tenemos por delante un fin de semana largo que hay que aprovechar bien. Tras estar barajando diversas opciones, finalmente decidimos hacer una excursión montañera a Pirin, lugar que Ludi tiene inmensas ganas de volver a visitar ya que quedó prendado en su primera experiencia allí.

En el atasco, junto a un Moskvich ruso
Los Montes de Pirin son en realidad una auténtica cordillera al sur de Bulgaria, casi en la frontera con Grecia. Nuestro destino es Bansko, una villa realmente ligada al negocio turístico de la nieve en invierno. Dicen que las mejores pistas de ski de Bulgaria están aquí. En verano se transforma en un pueblo más tranquilo, pero con movimiento debido a los numerosos excursionistas que se dirigen a la montaña.


"Hidden Track":

Nos cuesta abandonar Sofía, hay una especie de "operación salida" que nos atasca durante casi tres cuartos de hora. La autovía está en obras y sólo hay un carril habilitado. En determinado momento (cerca de Pernik, creo), al acercarnos a un camino de tierra que se dirige hacia la zona en construcción, Ludi me dice "stop, stop!!!". Paro en el arcén y Ludi baja a hablar con un obrero que había por allí. Vuelve al coche sonriendo y diciendo "Ahhh... Dobre, Dobre!, no problema!! turn right!!!". Yo no entiendo nada, pero me meto por el camino de tierra. Pasamos entre las obras, máquinas y demás. Nos colamos por un pequeño túnel dejando encima nuestro la carretera que acabamos de abandonar. Seguimos unos 200 metros por la tierra y... "ahhh... Super!! Super, Marco!!...", me dice mientras me da palmadas en el hombro. Entramos en un tramo de autovía ya construido pero que aún no está abierto para no desviar todo el tráfico entre las obras. Tuve una sensación similar a cuando descubres un "hidden track" en un videojuego, sólo faltaron unas letras luminosas parpadeando para creérmelo de verdad.

Nos acercamos a los Montes de Pirin, llegando a Bansko
Recorremos unos 20 ó 30 km. en la más absoluta soledad, con dos carriles para nosotros (en sentido contrario sí que hay tráfico). Pasamos Dupnitsa y Blagoevgrad. En Simitli, nos desviamos al este, dirección Bansko. Desde que finalizó la autovía, todo han sido carreteras de un único carril con bastante concurrencia. Las "salvajadas" en plan adelantamientos en curva, línea continua, etc., se suceden. A estas alturas no me sorprende, estoy bastante inmunizado ante el "hardcore-bulgarian driving style".



Anfitriones en Bansko:

En Bansko tenemos un recibimiento que no me esperaba (básicamente porque no me habían avisado, yo pensaba que íbamos a dormir en cualquier albergue). Nos esperan los tíos y primos de Ludi (sí, este hombre tiene recursos en todos lados, pero su recital aún no ha hecho más que empezar). Nos dan la bienvenida en su casa con algo de Rakia casero (la bebida nacional de Bulgaria, un aguardiente que pega de cojones, como todos los aguardientes, supongo). Hablamos de las rutas que pensamos hacer, y ellos nos asesoran y recomiendan desviaciones, refugios, cumbres... Les escuchamos bien atentos, pues tanto el tío como el primo se conocen al dedillo estas montañas, ambos han competido toda su vida en ski de travesía. Bueno, en realidad yo les escucho, pero no entiendo ni papa. Iva ejerce de traductora para las cosas importantes (salimos de aquí y llegamos allí, poco más), mientras me entretengo con el Rakia (por cortesía, claro).

Tíos y primo de Ludi, Ludi, y yo. Con el Rakia casero
Después nos llevan al apartamento que tiene en Bansko la prima de Ludi (ella no está en estos momentos, así que se encuentra libre para nosotros). Nos alojamos allí como auténticos capitanes. Y yo que venía preparado para dormir debajo del coche si fuese necesario...

Antes de acostarnos, cenamos algo en un restaurante que nos recomienda el primo de Ludi. Comida 100 % casera y búlgara, riquísima de veras, y bastante barata (unos 4,5 € por persona). Después de eso, listos para descansar a tope, pues mañana se prevé un día duro en la montaña.

7 de septiembre de 2010

Ciudadano sofianetz. Día 13

Día 13:

Nada demasiado interesante hoy. Ajetreo cotidiano.

Pero las idas y venidas en metro pueden tener su interés. Resulta que la estación más cercana a mi piso (Serdika) tiene unos paneles con la historia del lugar y el porqué del nombre. No recuerdo, ni por asomo, todo lo que en ellos se indica, así que me ayudaré de la Red para refrescar algo la memoria y no meter demasiado la pata. Sofía originariamente era un asentamiento tracio llamado Serdica (por la tribu que lo habitó, Serdi). La wikipedia nos da algo de luz a los ignorantes sobre esa región, Tracia, que conforma la historia de la actual Bulgaria. Los tracios ocuparon este territorio hacia el 1.300 a.C., aunque ya existía probablemente mucho antes un asentamiento en la actual Sofía.

Los romanos capturaron Serdica (ó Sardica) en el año 29, para después nombrarla capital de una de las dos mitades de la Provincia de Dacia: la Dacia Mediterránea. Llegaron algo más tarde los hunos arramplando con la ciudad en el 447, para posteriormente ser totalmente reconstruida, fortalecida y amurallada por el Imperio bizantino. La invasión de los búlgaros tuvo lugar en el año 809, tras sitiar Serdica. Fue bajo su dominio cuando se cambió el nombre a Sofía, en el año 1.376.

Santa Sofía fue una mártir, a quien el emperador Adriano mandó torturar hasta la muerte a sus tres hijas: Fe, Esperanza y Caridad. La descripción de sus tormentos (debo reconocer que sentía cierta morbosa curiosidad) la he podido leer AQUÍ. Estas historias cristianas uno nunca sabe hasta qué punto son realidad ó mito, pero desde luego que el que las ideó tenía una macabra imaginación. Veo claramente a este personaje como letrista de algún grupo de death-metal de haber vivido en nuestros tiempos. Baste leer algún fragmento del enlace anteriormente citado: "Adriano mandó que la tendieran en el suelo y que le descoyuntaran todos sus miembros; después, la apalearon, luego la azotaron con varas, seguidamente la arrojaron a un horno encendido del que salían aparatosas y prolongadas llamas que alcanzaron y abrasaron a muchos idólatras que se encontraban cerca". Joder... no se me ocurre qué más cosas podían haberle hecho a la chavala, la verdad es que tiraron de repertorio.

El caso es que de dicha Santa proviene el nombre de la capital búlgara. Existe una iglesia muy céntrica, junto a la preciosa catedral Alexander Nevski, con el nombre de la mártir. Curiosamente, se llama igual que la despampanante "catedral-mezquita" Hagia Sophia de Estambul (palabras mayores). También hay una imponente estatua de la Santa junto a la parada de metro de Serdika.

Intentaré seguir con el resumen histórico más adelante, aunque me gustaría profundizar algo más (si me veo capaz, claro). Los últimos 6-7 siglos tienen también muchísima miga, mucha pomada.

Por cierto, al final de la tarde tuve la oportunidad de pasar por el Instituto Cervantes que hay en Sofía (muy cerca del Hotel Sheraton), ¡un oasis en el desierto donde encontrar gente que habla castellano!. Después, y no recuerdo muy bien por qué, acabé danzando un rato por las dependencias del Ministerio de Cultura, que está no demasiado lejos de allí.