Día 27:
Volvemos al español, que hay que aligerar esto un poco (y de paso recupero algunos lectores jaja).
La ciudad vieja de Dubrovnik (ó Ragusa, su nombre histórico) es un lugar especial. Su sobrenombre de “Perla del Adriático” no es casualidad. De hecho, se trata de una preciosa ciudad medieval grandiosamente restaurada y conservada. Probablemente, sus murallas son lo primero que llama la atención, además de suponer una de las mejores formas de ver la ciudad, ya que es posible recorrerlas a pie durante sus casi 2 km (10 €). Las vistas desde allí arriba (hasta 25 metros) son fabulosas sobre la propia ciudad, y sobre la costa:
Dubrovnik desde lo alto de sus murallas |
Pese a que durante siglos fue una próspera y autónoma República, ha tenido que soportar numerosas crisis, desde invasiones de los árabes, normandos y sus rivales venecianos, hasta el más reciente asedio y bombardeo de fuerzas serbias y montenegrinas en 1991, que devastó gran parte de la ciudad. Afortunadamente hoy en día ha recuperado su antiguo esplendor, aunque esto ocasione que reciba una continua masa de turistas que resta encanto al lugar.
Placa, Calle principal |
Estamos teniendo muchísima suerte con el tiempo, hoy disfrutamos de un implacable sol que lo ilumina todo. Dedicamos parte del día a recorrer la ciudad y sus numerosas callejuelas, hasta que el calor nos hace pedir a gritos un baño en la sugerente costa. Tras informarnos un poco, buscamos una playa tranquila (Solitude) para darnos un chapuzón y descansar hasta el atardecer. Por la noche nos preparamos una frugal cena en la terraza de nuestra casa. Nuestro presupuesto va cada vez más ajustado, y los precios en Dubrovnik son mucho más altos de lo que hasta ahora veníamos soportando en países como Macedonia, Albania, o la propia Bulgaria.
The Sword - How Heavy This Axe
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